Tal vez Ud. Dr. Zaffaroni, ocupado como seguramente debe estar, cumpliendo tan importantes funciones en el máximo Tribunal de Justicia de la Nación, no se habrá enterado de lo que últimamente sucede en nuestra Patria fuera de los muros del Palacio de Justicia.
Pero le pediría que se tome la
molestia de informarse y luego, si su conciencia se lo permite, medite al
respecto.
Claro que no coincidiríamos en la
visión, dado que formamos parte de mundos absolutamente opuestos. Yo soy un
anónimo ciudadano que a los 70 años lleva medio siglo trabajando y que ha
formado una familia como Dios y la naturaleza mandan, este año cumpliré 45 años
de matrimonio, tengo dos hijas, el varón que hoy cumpliría 43 años está en
el cielo, y tres nietos que alegran
nuestros días y completan la familia.
Tampoco cultivo marihuana en mi
balcón, ni lo haré cuando Ud. logre despenalizar su ingesta, otro rasgo que nos
diferencia, y ni hablar de niveles intelectuales. No podría ni intentar hacer
comparación alguna; sus pergaminos son abrumadores y yo apenas se leer y
escribir.
Pero hay muchas otras diferencias
que nos separan, yo por ejemplo no tengo novio, menos aún departamentos para
alquilar como prostíbulos permitiendo así la trata, rufianería, proxenetismo y
prostitución. Y mire Ud., en mi ignorancia, suponía yo que un Juez en lo
Criminal debería combatir estas actividades y no alentarlas mirando para otro
lado y mintiendo, al borde del llanto, un inexistente desconocimiento.
Y son muchas más mis ignorancias
e incomprensiones.
En mi paso por la Facultad de
Derecho de la Universidad del Salvador, tuve el honor de ser alumno del Dr. Don Carlos Fontán Balestra, él y
sus dignos adjuntos como el Dr. Jaime L.
Smart – hoy encarcelado por haber sido, al igual que Ud., funcionario del
proceso – por citar alguno, nos
enseñaron las teorías del Derecho Penal y las distintas escuelas
criminalísticas en magistrales e inolvidables clases.
Y le puedo asegurar que ninguno
de ellos nos insinuó siquiera que un delincuente era, en realidad, una víctima
de la sociedad. Por el contrario, ellos sostenían que los delincuentes debían
ser llevados a juicio respetando sus derechos, pero que ante la comprobación
fehaciente del hecho imputado, debían purgar su crimen y aceptar su condena.
Menos aún suponer, como Ud. hizo siendo Juez del crimen, que un psicópata que
obliga a una criatura a practicarle sexo oral no cometía el delito de violación
y que por haber tenido la “delicadeza”
de apagar la luz mientras sometía a su indefensa víctima merecía una reducción
de la pena. Nada de eso nos enseñaron.
¿Se habrán olvidado?
Por otra parte, aunque lo
hubieran explicado, no habríamos comprendido ni aceptado semejante mamarracho.
Un criminal es alguien a quien la sociedad, a través del representante de la “vindicta pública” lo debe poner a
disposición de la justicia y si su acción es típica, culpable y probada debe
recaer sobre él la condena y por supuesto que la debe cumplir.
Ya sé que Ud. piensa todo lo
contrario, pero ¿Sabe qué? Hace años que vemos que los delincuentes en general
y los violadores en particular, gracias a su progresista pensamiento, quedan
libres de inmediato por su “buena
conducta” y por haber pedido perdón por su falta jurando eterno arrepentimiento.
Y esto pese a estar probado que un violador no se regenera sin una estricta
terapia y aislamiento absoluto y aún así no es seguro el resultado. Y ¿Sabe
qué? A las 48 horas cometen otro crimen sea violación, sea homicidio… y en
realidad son sujetos que tendrían que haber estado encarcelados hasta pagar su
deuda con la sociedad.
Y ahora viene Ud. a decirme que,
por el contrario, somos nosotros, los ciudadanos honestos, los que le debemos
pedir perdón a los criminales, que somos quienes los victimizamos y obligamos a
elegir el camino del crimen como única opción. ¿Ud. está seguro de lo que dice?
Porque, aunque es sabido que el
estado de crisis social y cultural que atraviesa penosamente nuestra patria se
genera en una amplia variedad de factores, su filosofía criminal es uno de
ellos y muy importante. Claro que también influye negativamente el hecho de
tener millones de desocupados que no necesitan trabajar porque son mantenidos
mediante subsidios pagados con los dineros públicos generados por quienes trabajamos
y pagamos impuestos. Y esa colonia de “vagos
mal entretenidos” cae en lo que nuestros abuelos calificaban como la “madre de todos los vicios” que es el
ocio.
Y el gobierno nacional que
colabora entusiastamente liberando las fronteras donde ya no hay radares ni
gendarmes, facilitando ex profeso que la droga se instale en esa juventud que
no estudia ni trabaja y cuya única obligación consiste en ir a aplaudir
discursos que no comprende. Y la consecuencia está a la vista Dr. Zaffaroni, los asesinatos,
secuestros, violaciones ya no son noticia, pero no porque no sucedan estos
crímenes, sino porque ya saturan y dejaron de ser novedad.
A esa triste realidad hemos
llegado, y Ud. con su Teoría Negativa o Agnóstica de la Pena me quiere hacer
creer que los criminales son víctimas de la sociedad. Y no lo creo, pese a que
su amañado lenguaje así lo pretenda probar: “todos
los inconvenientes de las teorías positivas se eluden si se adopta un criterio
de construcción Teleológica que tenga por meta la protección de los bienes
Jurídicos (Seguridad Jurídica) pero en lugar de caer en la ilusión que protege
a la victima de las demás, asume el compromiso real de proteger los que son
efectivamente amenazados por el crecimiento incontrolado del poder punitivo”. ZAFFARONI EUGENIO RAUL - ALAGIA ALEJANDRO -
SLOKAR ALEJANDRO “Derecho Penal Parte
General” Editorial Ediar Buenos
Aires 2000 pág. 35
Por respeto a los lectores no
incluiré lo que pienso de una persona como Ud. pero deduzco que lo imagina
perfectamente. Ud. no merece el menor respeto de los ciudadanos honestos.
Seguramente los criminales lo adoran y lo veneran por haberlos elevado a la
categoría de víctimas y condenarnos al resto de la sociedad como sus
victimarios. Pero Ud. y yo bien sabemos que se trata de una falacia que en
algún rincón pútrido de su espíritu se ha generado por alguna misteriosa y
perversa malformación.
Finalmente, Dr. Zaffaroni: ¿Duerme Ud. plácidamente cada noche? ¿No le perturba
su conciencia cada mañana enterarse de un nuevo crimen que se podría haber
evitado simplemente haciendo cumplir las condenas en vez de liberar peligrosos
delincuentes?
¿Nada de eso le preocupa?
Ud. me causa pena y espanto.
Juan Manuel Otero